2010

El nuevo año ha entrado con nuevos comienzos y nuevos proyectos, con grandes amenazas de que la crisis empeorará aún quedan los montones de desperdicios propios de las fiestas, la resaca de los días y con pasos lentos nos encaminamos a despertar del letargo de fin de año.
Nuevamente se repiten las mismas escenas de borrachos tirados en la calle, pleitos entre vecinos, los ojos languidos de los niños de la calle, la sonrisa tonta del orate que
deambula por las calles. La espera del que nada tiene y el que lo tiene todo, pues el cielo le pertenece por techo y el mundo por vivienda.
Las gran cantidad de publicidad consumista va bajando su voz hasta casi quedar en un susurro, que en unos días volverá a levantarse para darle paso a La vieja Belen, San Valentin, o lo que sea que se les ocurra.
No somos concientes de las cosas que nos han sucedido, no somos concientes de que cada uno ha puesto de su parte, sin dar un verdadero significado a la conmemoración del nacimiento de nuestro señor Jesucristo.
Cada año me nace la misma pregunta ¿qué celebramos realmente? ¿Que fe es la que perseguimos los que nos llamamos hijos de Dios? ¿Por qué aun siendo concientes nos únimos al jolgorio y el despilfarro? y sobre todo ¿Por qué nos seguimos olvidando del desposeido?
Es más comodo celebrar el cumpleaños, que darse cuenta que el nacio, vivio, murio y resucito, por ti y por mi. El crecio y sigue viviendo día a día a tú lado, él ya no necesita que le celebres el cumpleaños, el cecesita que lo dejes vivir por siempre en tú corazón, que le permitas morar en él. Jesús te invita a crear conciencia de fe y dar testimonio de que realmente entiendes que el no nace en navidad, que el nacio y mora entre nosotros hace dos mil 10 años.
Es tiempo que reconozcamos a Jesús vivo, Jesús de verdad, no mirando hacia el cielo, sino aquí abajo, aqui a tú lado.