Unos pechos, firmes y sin caidas,
los cuales no han sabido la dulzura que significa
amamantar a un hijo, y sentir entregar la vida
por ellos.
Por un abdomen plano, y flexible
el cual no ha alvergado la dulce espera
de la maternidad, que nos ha sido regalada
como una bendición.
Un derreire firme, sin grasa,
pues se ha podido sentar a sus horas,
dormir la siesta, visitar el gignacio y no tiene que llevar
el sustento a su casa.
La belleza de una mujer está en
Amamantar a un hijo,
la dulce espera
en un cuerpo y mente sana
en la responsabilidad de ser
Madre y mujer, pero que pena que
esa belleza no se ve.
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