Con paso cansado, camina lento, no tiene prisa,
ya ha andado los caminos y trazada la meta de llegada.
Las nieves del tiempo, reposan en sus sienes
y sus ojos miran serenos pues todo lo han visto ya,
su rostro refleja la experiencia en cada zurco dejado
por las asperas enseñanzas de la vida.
Ya ha pasado hambre, frio, ya conoce de amor y sabe de desamor,
entiende la necesidad del joven y conoce el alma del adulto.
Por eso, alguna vez, musita, con pena, pobre chico.
Su juicio es suave, y su consejo sabio y elocuente.
Sonrie, sin saber de qué, quizas rie de los más jovenes
que van con prisa, pensando ganarle a la edad.
Quizas si pudiesen escucharle, en sus historias cansadas,
reposa toda la enseñanza que jamás encontraran en la escuela.
Podrian saber que su propia historia
está escrita en las arrugas de su rostro,
pues su destino está trazado, en el horizonte de la vejez.
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